domingo, 24 de junio de 2007

¡Fiesta!

Hoy tenemos la dicha de tener nuestra fiesta patronal. La comunidad a la que sirvo, de más de 90,000 habitantes, tiene 4 parroquias, y la nuestra, dedicada a San Juan Bautista, es la Iglesia Madre, por lo que la fiesta se vuelve el festejo no oficial de toda la ciudad.
Este año, quizá y no brille como en años anteriores ( y no lo digo porque ahora yo no sea el encargado de la kermés, sino porque ha habido muchos factores, desde su preparación, que han contribuido a ello). Pero eso no quita que sea nuestra fiesta, y que tengamos el compromiso para nuestra comunidad de contribuir a que se celebre de manera digna y gozosa.
Este año tuve la iniciativa de hacerme cargo de la parte devocional-espiritual (peregrinaciones, misa, etc.). Y, a pesar de que hubo la intención de hacer participar a la gran parte de la comunidad, la verdad es que pude experimentar que nos falta muuuucho para que realmente se involucre la mayoría de los fieles en el festejo. Por la kermés, no hay problema, pues los números artísticos que se presentan en el teatro del pueblo son atractivos y "jalan" gente; pero, tristemente, la asistencia a las peregrinaciones y las misas sí fue bastante parca, para el número de habitantes de nuestra ciudad y de los que nos decimos fieles católicos practicantes en ella.
Como pastor, me queda clara una cosa: hay qué trabajar más para lograr que los fieles de nuestra comunidad nos sintamos familia, y de veras hagamos nuestros estos y otros momentos de la vida de fe de la comunidad. Es una tarea de años, y se vislumbra ardua. Les pido sus oraciones para que nosotros, los pastores presentes y futuros de esta comunidad, sepamos ir guiando al rebaño hacia la vivencia de una fe más comprometida, hacia la construcción de una iglesia verdaderamente viva.

sábado, 23 de junio de 2007

Una familia de paz


Este pasado martes 19 de Junio, el cardenal Renato Martino, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, dio a conocer que el tema elegido por el Papa Benedicto XVI para la 41ª. Jornada Mundial por la Paz, a celebrarse el 1º de Enero del 2008, es “Familia humana: comunidad de paz”. Y en estos días, en que traemos muy “de moda” el tema de la paz, puede ser interesante reflexionar acerca de este tema.




A propósito del mismo, el arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco Vicente, en una carta dirigida a sus fieles en la preparación del Encuentro Mundial de la Familia, que se celebró en su arquidiócesis el 2003, señala muy atinadamente: “Educar para la paz en el seno fundamental (la familia) es esencial. No se trata de dar grandes lecciones, sino la palabra justa para que los hijos comprendan la gravedad y maldad que encierran las acciones violentas y la grandeza de la paz y el perdón.” Esto puede darnos un primer indicio de lo que significa la paz en nuestras familias.




No solamente es importante la postura “ideológica” frente a la paz; es fácil decir que estoy en contra de las guerras entre naciones, por ejemplo, pero esa idea puede convivir, en mi familia, con actitudes de verdadera intolerancia y hasta violencia, de modo que, aunque diga que estoy en contra de las guerras, sigo promoviendo una guerra “en chiquito” en el seno de mi hogar cuando no tolero las diferencias entre los diferentes miembros de la familia y eso me lleva a agredir a los otros. Porque la gravedad y maldad que encierran las acciones violentas y la grandeza de la paz y el perdón no solamente se manifiestan en los actos y decisiones que atañen a naciones, sino que aparecen también en la forma de vivir y de relacionarse de una simple familia, por más “común y corriente” que sea.




¿De veras, en mi familia, en cada uno de sus actos, se vive el valor del perdón, de la tolerancia? ¿Nos queda claro a cada uno de los que la formamos que la violencia, la agresión, la venganza, no son el camino?




Cada familia tiene una enorme responsabilidad ante la sociedad entera, pues en ella es donde se forman las personas con sus valores, sus vicios, sus virtudes, las cosas a las cuales les da importancia, su manera de hacer las cosas. Y es un hecho que si bien la violencia, el no respetar al otro, la intolerancia puede parecer al principio juego de niños (como el niño que roba y no le dan un castigo apropiado, o que dice maldiciones y hasta se lo festejan), con el tiempo van formando parte de la estructura de la personalidad de un adulto, con todas las repercusiones que ello conlleva.




Encontré en Internet algunas sencillas recomendaciones para que las familias puedan crear un ambiente familiar sin amenazas:




Manteniendo una comunicación abierta.

Permitiendo que cada persona exprese su opinión abiertamente, y asegurando que todos escuchen en lugar de juzgar. Escuchar fomenta hablar, y hablar dejar saber a todos los miembros de la familia lo que es importante y valorado.

Enseñando amabilidad siendo amable. Necesitamos ser firmes y amables. Los niños necesitan reglas firmes y una guía acertada, clara y con respeto. No es necesario gritar las reglas.

Respetando las relaciones familiares. Esto significa respetar a los niños como personas. Los niños aprenden respeto por observaciones y demostraciones.




Aún y cuando pueda parecer poco, cada uno de estos consejos puesto en obra es un buen inicio para cultivar la paz, primero en nuestras familias, y que de ahí se extienda a la sociedad.

lunes, 18 de junio de 2007

Comenzando...




Éste es la primera entrada de este blog. ¿Por qué participar de esta experiencia? Creo que tengo mucho qué compartir, y de alguna manera, creo que es un llamado de Dios a ello. Sí, soy creyente, muy creyente; y además, sacerdote católico; pero, aunque este blog inicie bajo el amparo -según mi fe- por iniciativa divina, no solamente hablaré de cosas relativas a la doctrina católica. Algunas veces comentaré de acontecimientos que me pasan o suceden alrededor mío. Otras, hablaré de cosas muy relacionadas con la fe católica. Pero -y aquí si me disculparé con algunos-, como no puedo dejar de ser lo que soy -y por gracia de Dios-, indudablemente aparecerá la visión del hombre, del mundo y de Dios que tengo como católico. Inicia, pues, esta aventura.